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Gareth Bale celebrando un gol en Champions |
En
verano tiene lugar en los cielos del hemisferio norte un fenómeno de extremada
belleza llamado “las Perseidas”, más comúnmente conocido como "Lágrimas de San
Lorenzo": una lluvia de estrellas fugaces en la que todo el mundo mira al cielo
y pide sus más ansiados deseos. Este nombre fue acuñado en el Renacimiento
debido a que tenía lugar sobre el 10 de agosto, día en que se recuerda a este
santo. Al relacionar este suceso con su quema en la hoguera, las gentes del
medievo sentenciaron que esas estrellas fugaces eran ni más ni menos que las
lágrimas de San Lorenzo antes de morir abrasado por las llamas.
Gareth
Bale en el Real Madrid está siendo justo eso: un sinfín de preciosas estrellas
fugaces que se suceden a la espera de que se cumpla el anhelado deseo de que
este futbolista termine por tomar galones y ser parte clave del
juego del equipo, en lugar de un “mero” repartidor de asistencias y goles geniales. Con
cada rayo de luz que nos regala le pedimos más fuerte al cielo que no pierda
tantos balones, que se ofrezca, que regatee, que habilite a compañeros, que se
desmarque… Y pediremos y pediremos hasta que un día dejemos de pedir. A partir
de ese día la lluvia será aún más acaudalada y continua de lo que jamás fue. Entonces
asistiremos a uno de los más bellos espectáculos futbolísticos a los que una
persona puede acudir en nuestros días.
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